ARTÍCULO SOBRE MUJER Y DEPORTE


El ya pasado mes de Marzo se nos privó de la libertad de poder salir a la calle y de hacer las cosas y actividades que veníamos realizando diariamente con total normalidad. Nos parecía una “mala pesadilla”, algo impensable días antes.
         Pues el ya pasado 8 de Marzo también celebramos “el Día Internacional de la Mujer” y ese día recordamos los derechos que habíamos alcanzado las mujeres tras una lucha de décadas que todavía continua. Uno de esos derechos no es otro que poder realizar actividad física y deporte por un lado, y por otro poder hacerlo en igualdad de condiciones (aunque todavía sin la misma consideración). Esto es algo que nos parece normal hoy en día pero no hace tantos años era también impensable y se convirtió en una lucha para unas pocas valientes parecida a una pesadilla que acabó siendo “un sueño hecho realidad” que todas debemos de agradecer profundamente.
         Aquí comparto un artículo que escribí para una revista y del cual también hablé en una charla que dí en Abril de 2019 con motivo del 10k Alcañiz en el Liceo. Espero que os guste y ya que estamos en días de reflexión que os haga reflexionar y valorar  las cosas que tan obviamente tenemos y, sin embargo, tanto nos ha costado alcanzar, y con que rapidez y facilidad se pueden volver a perder y añorar.


El derecho a correr. La huella de las mujeres            gracias  a las cuales hoy podemos correr.
         Levantarse de la cama temprano, un domingo, para ir a correr con barro en una mañana fría de invierno no parece un lujo, ¿a que no?...Pero es uno de esos hobbies y/o libres y sencillos placeres que las mujeres tenemos en la actualidad y que las mujeres de las décadas de 1960 y 1970 no se podían permitir. Aunque parezca mentira, hasta hace sólo unas pocas décadas, se prohibía la participación en las carreras públicas a mujeres que tenían una forma física excelente, sanas y llenas de entusiasmo. Y aunque las machacaron advirtiéndoles que eran demasiado débiles e incluso llegaron a sacarlas por la fuerza de las pistas, las descalificaron o las ignoraron, ellas se negaron a aceptar que no podían correr y siguieron luchando; y gracias a ellas hoy podemos atarnos unas zapatillas y salir a correr. Éstas son algunas de sus historias:
Doctora Julia Chase-Brand
         Desarrolló una gran pasión por correr ya en su infancia y adolescencia pero ésta se vió truncada en 1960. Julia se presentó a la Manchester Road Race de 1960 y se le negó la participación ya que la Amateur Athletic Union (AAU) prohibió a las mujeres participar en carreras oficiales ese mismo año. Y esto no sólo fue un capricho de la AAU sino que repercutió también en los Juegos Olímpicos donde se prohibió a las mujeres participar en carreras superiores a 800 mts por temor a que pudieran perder su feminidad y poner en peligro su sistema reproductor.
         En 1961, los organizadores fueron menos estrictos y podían participar las mujeres pero con dos condiciones: sus resultados no contarían y no correrían junto a los hombres. Y efectivamente, se les permitió correr detrás de los hombres y no se tuvieron en cuanta sus tiempos y marcas.


         Julia intentó volver a probar con la carrera de Manchester, cuando ya había asistido a las pruebas olímpicas a nivel nacional y había participado extraoficialmente en algunas carreras urbanas. Hizo otra solicitud y no ocultó el hecho de que pretendía saltarse las normas de la AAU sobre las mujeres causando mucha expectación en los medios. El día de la carrera apareció con un atuendo muy femenino, sin importarle las restricciones que sabía que le iban a imponer. Uno de los organizadores le pidió que se fuera. No se fue y corrió. Y aunque la AAU no estaba dispuesta a respaldarla, ese día el público y otros corredores “hombres” sí lo hicieron y terminó la carrera en menos tiempo que diez de sus participantes, o al menos es lo que habrían dicho las cifras si hubieran contado los resultados. Pero lo que realmente consiguió Chase-Brand fue que las mujeres pudiéramos correr. Hizo un trato con la AAU: permitirían carreras más largas para las mujeres y ella dejaría de irrumpir en las carreras de hombres sin autorización.
         Amby Burfoot, una editora veterana de la revista Runner´s World que ganó la Manchester Road nueve veces y la Maratón de Boston en 1968, la calificó como la Grace Kelly del running y dijo: “fue la mejor representante de lo que llegaría a ser la disciplina de la carrera femenina en las décadas posteriores, fue el triunfo de la habilidad y la determinación y el rechazo a sucumbir a los obstáculos”.
Roberta Bobbi Gibb
         El pacto que hizo Julia Chase-Brand con la AAU implicaba que jamás cumpliría su sueño de correr el maratón de Boston. La beneficiaria directa de sus acciones y que llegó a hacer historia por ser la primera mujer que lo hizo fue Roberta Gibb.


         En 1966 rellenó su solicitud para la maratón de Boston y recibió una carta del director de la carrera informándole de que las mujeres no eran fisiológicamente aptas para correr 42 Km y, además, bajo las leyes oficiales que regían los deportes internacionales, no estaba permitido que compitieran.
         Para cambiar la mentalidad de las personas, corrió. Su madre la llevó a la línea de salida. Vestía una sudadera azul con capucha puesta y unas bermudas cortas de su hermano. Corrió unos 3 kms de calentamiento y se escondió en unos arbustos próximos a la salida, por miedo a ser arrestada por la policía o a ser expulsada por los organizadores si descubrían que era una mujer. El disfraz no le sirvió por mucho tiempo pues los corredores no tardaron en reconocer su figura femenina. Pero en lugar de burlarse o insultarla (como había ocurrido en otras ocasiones) la apoyaron y finalizó el maratón, aunque sin dorsal, en 3 horas 21 minutos. Al día siguiente la noticia ocupó los titulares y como dijo ella: “cambió la forma de pensar de los hombres respecto de las mujeres y la forma de pensar de las mujeres respecto de ellas mismas”.
         Sólo hubo un pequeño detalle: corrió sin dorsal y no se registró su tiempo. Siguió corriendo y participando en carreras y siguió haciéndolo sin dorsal y éstas fueron algunas de sus declaraciones: “no corro para labrarme una carrera profesional o conseguir publicidad para mí misma, ni por dinero. Corro porque me gusta hacerlo y para liberar a las mujeres y cambiar las falsas creencias que esclavizan a la mitad de la población mundial”.
Quería demostrar, de una forma digna y eficaz, que una mujer podía correr la distancia de 42 kms; y cuando la gente lo entendiera estaba segura que las carreras estarían abiertas a todos. Y así fue, pero no todavía.


Kathrine Switzer
         Fue otra de las mujeres, y quizás la más concocida, de la generación de corredoras que no iba a dejar que las reglas se interpusieran en su decisión de participar en las carreras en las que ella quería correr.
         Desarrolló su pasión por correr desde la adolescencia y corrió sus primeras carreras formales recibiendo igualmente amenazas. “No me estaban juzgando por mi capacidad como atleta sino por ser mujer”, dice en sus memorias Marathon Woman.
         Decidió correr el maratón de Boston en 1967 oficialmente revisando la normativa y encontrando un “vacío” reglamentario. Y se inscribió con el nombre de K.V. Switzer. El día de la carrera amaneció con una terrible combinación de nieve, aguanieve y viento frío que la obligaron a enfundarse ropa gruesa. Su intención no era ocultar su identidad pero precisamente esta ropa gruesa y las terribles condiciones atmosféricas se encargaron de ello y cuando iba a empezar la carrera y tuvo que levantarse la sudadera para mostrar el dorsal de participante en la camiseta ni el propio director que la condujo hasta la línea de salida se dio cuenta de que era una mujer aterrorizada. Empezó la carrera y durante el transcurso de la misma los hombres a su alrededor no tardaron en descubrirla y volvió a suceder. En lugar de reprenderla o denunciarla, la animaron y la felicitaron. La prensa empezó a sacar fotos y a hacer preguntas al director de la carrera que, furioso por la humillación que estaba sufriendo su carrera debido a la “infiltrada” (esta era su percepción), saltó del camión de prensa y agarró a Switzer intentando expulsarla y arrancarle el dorsal. Tom, su novio y que corría con ella, bloqueó al director y se deshizo de él y Switzer logró acabar el maratón en 4 horas y veinte minutos. Aunque, como cabía esperar, su tiempo no quedó registrado.


         Esta experiencia se sumó a otras y le dio más valor a Switzer para luchar porque las mujeres pudieran competir en carreras de fondo. En 1972, el Maratón de Boston transigió y permitió la participación oficial de las mujeres.
Joan Benoit Samuelson
         Se puso a correr para rehabilitarse de una lesión de esquí y pronto se dio cuenta de que no lo hacía nada mal. Su primer maratón, ya abierto a las mujeres, fue el de Boston en 1979 (el maratón por excelencia por ser el más antiguo y por sus estrictas normas para participar) y lo ganó. Tras esto se planteó un reto mayor: los Juegos Olímpicos. Por desgracia, el COI, en aquellos tiempos, todavía no consideraba el maratón como una prueba olímpica apta para mujeres. A fin de cuentas todavía eran unos tiempos en los que los hombres se sentían amenazados por el potencial femenino.
         En 1984, con la considerable ayuda de su patrocinador Nike, tuvo lugar el primer maratón olímpico femenino. Pero 17 días antes de las preliminares olímpicas sufrió una grave lesión de rodilla y tuvo que someterse a una operación importante. Sorprendentemente (muestra del triunfo de la fuerza mental), se pudo presentar a las pruebas y ganó. Y 3 meses después corrió y ganó en una de las finales de maratón más emocionantes de todos los tiempos. Corrió en solitario durante gran parte de los últimos kilómetros y entró en el famoso estadio de Los Ángeles entre grandes ovaciones, no sólo por haber hecho la carrera de su vida sino por haber abierto las puertas a las nuevas y futuras generaciones de corredoras.
         Y su carrera no fue sólo para las corredoras del futuro. “Lloré como un bebé”, dijo Julia Chase-Brand ese día histórico (la primera de las mujeres de las que os he hablado). “Ha rendido homenaje a todas las mujeres que lucharon e hicieron posible la carrera de fondo femenina. Quizás yo hubiera sido ella si hubiera nacido 10 años después” añadió Julia.



En 2019, participaron en el Maratón de Boston 13.000 mujeres.

Cualquiera puede correr.
Estamos hechos para movernos.
Estamos hechos para correr.
Es el deporte más sencillo.



Comentarios